2 de julio de 2013

DECADENCIA Y AGOTAMIENTO ¿ESTAMOS VIVIENDO UN NUEVO SIGLO DE ORO?

Tal vez el tiempo no es lineal, y como decía el filósofo Friedrich Nietzsche en su obra “Así habló Zaratustra”, lo que en realidad existe es un “eterno retorno” que lleva a que todos los acontecimientos estén condenados a repetirse hasta que los hombres aprendamos de una vez por todas a no cometer los mismos errores. La vida nos da así la oportunidad de renacer de nuestras cenizas, de reinventarnos una y mil veces, pero el ser humano parece no saber aprovechar las oportunidades y es sólo constante en que siempre se equivoca.
Así ha pasado a lo largo de la historia. El final de la primera década del siglo XXI y el principio de la segunda década, será recordada como la época en la que nuestro sueño de haber llegado a situarnos entre las principales potencias económicas mundiales se desplomaba dando paso a una de las mayores crisis económicas, políticas y sociales que ha visto nuestro país.

Pero esta no es la primera vez que sucede. Cinco siglos atrás España se enfrentaba a una situación similar, dejaba atrás el esplendor y la unidad conquistada por los Reyes Católicos y veía poco a poco desmoronarse el sueño y la gloria de haber llegado a ser el imperio en el que nunca se ponía el sol. Hablamos del Siglo de Oro español,  el periodo de mayor apogeo del imperio, una etapa que coincide con el Renacimiento del siglo XVI, y se extiende por el siglo  XVII hasta el reinado de Carlos II. Años también tristes en los que comenzaban a sentirse los primeros síntomas de una decadencia que pondría punto y final al sueño de mantener un reino unido y floreciente que fuera punto de liderazgo y referencia en el mundo.
España lo tenía todo y todo lo perdió. Siguiendo la teoría de Nietzsche se encerró en su "eterno retorno", y el país más poderoso de Europa se fue desmoronando lastrado por la incompetencia y la mala gestión de una Monarquía absolutista más preocupada por incrementar sus arcas privadas que por mantener la riqueza.



La mayor parte del oro y de la plata proveniente de Las Américas fueron utilizados para sufragar guerras perdidas y tapar malas gestiones. La Iglesia se enriquecía tanto como la Nobleza y la Inquisición perseguía sin piedad a una población atemorizada que veía como se iba poco a poco empobreciendo bajo el visto bueno y la venia de un Dios castigador que parecía respaldar las ansias de poder de una Monarquía incompetente.


España se endeudaba con los banqueros alemanes, ¿no nos recuerda a algo ésto?. Sin embargo había un pequeño recodo que no sólo parecía no verse afectado por el desastre si no que crecía alimentándose de él. Nos referimos a las artes y a la literatura. Dicen que las mayores cotas de inspiración y creación se producen cuando hay mayor sufrimiento. Es entonces cuando se liberan "las musas" y dan lugar a las mayores obras de arte, los mayores cantos y creaciones, tal vez como una forma de evasión que sólo busca alcanzar, aunque sea a través de las obras, el sueño de grandeza que la realidad ha destrozado.
Fueron durante estos años en los que la Literatura conoció a escritores de la talla de Miguel Cervantes, Lope de Vega, Luis de Góngora o Francisco de Quevedo, pintores como de la talla de Diego de Velázquez, Francisco de Zurbarán o José de Ribera entre otros y arquitectos como Juan de Herrera. Todos ellos lograron a través de sus obras dar un poco de luz a una de las épocas más oscuras. Así la población se maravillaba ante la grandeza de El Monasterio del Escorial, como muestra de la magnificencia de un país que fue referente en toda Europa. Se evadía a través de la lectura de obras como El Quijote, o se ensimismaban en las pinturas de Velázquez que a través de sus simbolismos mostraban los tejemanejes de una Monarquía que escondía de puertas para adentro sus ansias de corrupción.


Cinco siglos después la situación vuelve a repetirse. Nuestro país se encuentra sumido en una de las mayores crisis que se recuerdan. Jamás nuestras arcas públicas estuvieron tan vacías y con tanto endeudamiento. ¿Acaso será también con los banqueros alemanes como ya sucedió en el Siglo de Oro?.  Además el desempleo y la desesperanza son protagonistas de una población que no logra entender cómo es posible que nos encontremos en este estado.
Las ansias de poder de nuestros gobernantes, y la corrupción que se vive en el seno de nuestros dirigentes han llevado a España a un empobrecimiento sin precedentes. Lejos quedan los sueños de grandeza de un país que se codeaba con los más grandes en la primera línea de fuego. Todos recordamos aquella foto del entonces presidente del Gobierno José María Aznar, fumándose un puro animadamente con su homólogo estadounidense George Bush haciendo ver de forma algo grotesca al mundo entero que España volvía a tener los visos del esplendor que un día perdió.

José María Aznar en la Cumbre del G-8

Hoy ya no hay nada de eso. Carecemos de políticos influyentes en los organismos internacionales, no existen figuras punteras ni líderes que sepan insuflar aires de esperanza en una población cada vez más hastiada. Hemos llegado hasta a perder el cargo de consejero del Banco Central Europeo, porque cómo podría asesorar un país que no es capaz de sacar adelante a sus propios ciudadanos. Nuestros jóvenes talentos se encuentran en paro, y los que son más audaces o pueden permitírselo, dan el salto al Nuevo Mundo, como hacían sus antecesores, en busca de una oportunidad que su propio país les niega.

La mayor similitud que define a ambas épocas es la palabra "agotamiento". En el Siglo de Oro, el pueblo español terminó agotado por la emigración de España para colonizar América, la sangría de las guerras en Europa y la lucha contra los turcos, los grandes impuestos que pagaban las clases trabajadoras y de los que estaban exentos la iglesia y la aristocracia y el cada vez más creciente endeudamiento a manos de los banqueros alemanes que llevó a que en 1609 España se encontrara ante su mayor crisis con un descubierto de 12 millones de Ducados. Ahora nos encontramos en una situación similar. Sufrimos una gran carga impositiva sobre las masas de los trabajadores, un exceso de burocracia unido a una corrupción sin precedentes. Nos sentimos de la misma forma agotados tras vivir años de esfuerzo creyéndonos haber superado a la economía italiana. Vivimos del hastío después del esfuerzo que supuso la industrialización tras la puesta en marcha del Plan de Estabilización de 1959, hasta que nos despertamos del sueño y vimos que nos encontrábamos sumidos en la corrupción, y una burocracia ineficiente, excesiva que se come nuestros recursos y un país endeudado donde no sabemos si seremos capaces de hacer frente a nuestra deuda.


En España no hay una devaluación del euro como sí sucedió en el siglo XVII, pero sí una devaluación interna a través de los salarios. Igual que en el Siglo XVI teníamos los grandes conquistadores de Europa, y ahora sustituimos éstos por las grandes multinacionales españolas a las cuales les deseamos un mejor resultado que el que tuvieron nuestros tercios y conquistadores.
Hoy la unidad española está cuestionada. Cataluña y el País vasco continúan con sus ansias separatistas. Ya en el Siglo de Oro sucedió lo mismo con Portugal y Cataluña, consiguiendo el país luso ser independiente de nuestro Reino. Logró separarse de una España que comenzaba a hacer aguas. La política, la economía, las artes y la sociedad viven en decadencia, sin embargo hay un recodo de esperanza que al igual que sucedía en el Siglo de Oro, ha logrado mantenerse intacto frente a la crisis. Hablamos de el Deporte. Jamás vivió España un mayor florecimiento deportivo como el de los últimos años. Figuras como Rafael Nadal, Pau Gasol, Fernando Alonso, Miguel Induráin, la selección de fútbol española, la de baloncesto, la gimnástica, y tantas y tantas figuras que están devolviendo la ilusión a un país que busca llenar el vacío de la falta de héroes.

El deporte nos hace soñar, evadirnos del pesimismo existencial. Somos nosotros los que metimos el Gol de Iniesta que hizo lo nunca imaginado, lograr coronar a España como campeona del mundo. Muestra de ello fueron aquellas imágenes de un país entero saltando a las plazas de madrugada, en una unión nunca vista antes. Daba igual que al día siguiente hubiera trabajo, o que no pudiéramos tenerlo. España era campeona, éramos felices y eso era lo único que ese día nos importaba. Hoy somos todos los que corremos con Alonso, y los que gritamos junto a Nadal cada vez que consigue un nuevo premio. Nos sentimos orgullosos de ver a Pau Gasol como un igual compitiendo en la NBA. Otra vez un español entre los más grandes.




Hablamos de distintas épocas pero son los mismos sueños. Ha pasado tiempo, pero las cosas no han cambiado. Lo que para el Siglo de Oro fueron las artes y la literatura, hoy es el deporte. Y es que necesitamos soñar, creer que todo es posible. El ser humano necesita evasión, y volver a creer. Algo que nos devuelva la capacidad de sentir que los sueños también se cumplen, y que tal vez, algún día, volvamos a ser los más grandes. Es necesario superar el agotamiento que nos invade.

2 comentarios:

  1. Anónimo9:19 a. m.

    Los deportes – en tanto que contenidos audiovisual – son fundamentalmente entretenimiento (con una pequeña dosis de información y de formación). Hacer un paralelismo entre el deporte y las artes del Siglo de Oro me parece desafortunado.

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  2. Estimado amigo, gracias por tu comentario, aunque hemos de decirte ¿que es para ti la representación de una obra de teatro en el siglo XVII? entretenimiento, de la misma forma que ahora lo es también el deporte, y más el fútbol que constituye un espectáculo. Nuestra comparación es que hemos sido fuertes en un determinado sector como la cultura o el deporte, y débiles política y económicamente, tal y como sucedía hace 500 años. De ahí ese paralelismo.

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