28 de mayo de 2013

LA CRISIS LLEGA AL "GRAN GATSBY"

Vamos a contarles una historia. La historia de un sistema que quiso enriquecerse tanto y tan rápido, que se quebró como un castillo de naipes, dejando ver tras su caída las lagunas de un sistema que no funcionaba.
Todas las historias tienen un comienzo. Y la de la crisis económica más importante que ha vivido nuestro país también, aunque el germen apareció muy lejos de nuestras fronteras, concretamente al otro lado del charco, en la meca de la primera economía mundial. Una economía que en agosto de 2006 mostraría su primer síntoma de enfermedad. El 5 de septiembre de ese mismo año, el banco californiano Ownit Mortgage Solutions, especializado en productos de alto riesgo, daba la voz de alarma. Despedía a sus ochocientos empleados y ponía cierre a sus operaciones. Su quiebra llegó a ocupar poco espacio en los medios de comunicación, pero lo que nadie intuía es que escondía con su caída el inicio de la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión. Solo meses después el Banco Central Europeo y la Reserva Federal acudían al rescate de los mercados inyectando liquidez por valor de 100.000 millones de euros. La crisis era ya una realidad.
La historia de la que hablamos también tiene un símbolo. El banco Lehmann Brothers. Un coloso financiero que había resistido estoicamente a los bandazos de la Guerra Civil, de la crisis financiera de 1907, del crack del 29 y la posterior Gran Depresión, pero que caía finalmente derrotado el 15 de septiembre de 2008. Su pasivo valorado en 613.000 millones de dólares no había podido hacer frente a una crisis económica que por aquel entonces comenzaba a contagiar al resto de Europa.
 
Han pasado ya cerca de siete años de una historia que parece más interminable que la escrita por Michael Ende. Nuestro país ha sido uno de los que más han sentido los azotes de la crisis. Las cifras dan miedo. La economía se encuentra en recesión después de contraerse el primer trimestre un 0,5%. El paro alcanza ya el 27% y la deuda pública cerró el 2012 en torno al 87,8% del producto interior bruto.
Esta historia que les estamos contando también cuenta con personajes. Actores principales o secundarios que como títeres bailan de acuerdo a la voluntad de los hilos de la crisis. En nuestra historia son de lo más variopinto. Trabajadores de todas las clases sociales: bajas, medias y altas. Ninguna se ha escapado del azote financiero.
En España, el motor económico de la época de bonanza era la construcción. El sector llegó a incorporar a cientos de miles de trabajadores, la mayor parte provenientes de otros países. Cuando la crisis se enquistó, estos trabajadores se encontraron sin empleo. El comercio comenzó a resentirse así como otras industrias vinculadas al ocio y al consumo. Hasta el año pasado el colchón del dinero acumulado durante la época de crecimiento así como la solidaridad de las familias amortiguaron la desesperación de quienes después de varios años resultaron excluidos del mundo laboral. Una exclusión que también ha llegado a los profesionales de la llamada clase media alta o alta burguesía, que siendo trabajadores con importantes salarios y ahorros, han visto como en los últimos años su patrimonio se reducía entre el 50% y el 70%. Y como sus hijos y nietos, jóvenes trabajadores con títulos, máster, buenas referencias, currículum e idiomas, hoy en día pueblan las colas del paro buscando hacerse hueco en una sociedad que les niega oportunidades. Muchos de ellos se han visto obligados a dejar sus casas, sus familias, sus estilos de vida y poner rumbo a otros lugares, en busca del trabajo que como la tierra prometida de Canaan, parece no llegar.
 
La historia que les estamos contando es un gran drama que parece todavía lejos de ver el fin. Una tragicomedia que esconde una crisis generacional que está provocando grandes desigualdades en la sociedad, aunque una igualdad común, la falta de trabajo de los hijos indistintamente de la clase social de los padres. Los hijos de los ricos también sufren los envites de una crisis provocada en algunos casos por sus padres. Y esta situación está empobreciendo a todos y cada uno de los españoles, y lo que es peor, les está haciendo perder la esperanza. Trabajadores de mediana edad, de clase baja, media o alta, que comparten el drama del desempleo y el de sus hijos. Padres que han invertido gran parte de sus ingresos en la educación y el bienestar de su familia. Trabajadores que hoy se encuentran en la calle, sin posibilidades de volver al mercado laboral, y con dos o tres hijos en casa a los que tienen que mantener, ya que ellos tampoco encuentran empleo. La crisis ha llegado a atacar el corazón de un sistema que ya no es inmune cuando los hijos de los más pudientes se encuentran en las mismas condiciones que las clases trabajadoras y medias, compartiendo la misma desesperación por encontrar un lugar que la crisis les ha robado. Hablamos de la igualdad de la desesperación y la falta de futuro.